¿Recuerdan a los supersónicos? Eran los personajes animados que en los 70s y 80s se hicieron muy populares en los televisores de nuestros hogares.
Una caricatura futurista y utópica de una familia de clase media que nos permitía fantasear en cómo sería el porvenir: videoconferencias en el televisor o en el reloj, automóviles con "autopiloto", consultas médicas a la distancia a través de videollamadas, clases remotas y sincrónicas tomadas desde el hogar y por supuesto, el sueño de toda ama de casa hecho realidad; ¡Robotina!, el robot encargado de la limpieza y administración del hogar. No cabe duda de que dicha caricatura tenía mucho de profética, como muchas obras de ficción lo han tenido a lo largo de la historia. Hoy tenemos prácticamente todas esas opciones desde las videoconferencias hasta Alexa en el hogar, pasando por automóviles con "autopiloto", consultas médicas virtuales, etc. Lo único que nos falta son los carros voladores, aunque ya están trabajando en ello así que puede ser que pronto los veamos.
Otra obra profética, aunque menos entusiasta fue el gran libro de George Orwell titulado 1984. En él, nos presenta una sociedad distópica en donde no hay carros voladores ni robots que hagan el aseo, sino una tecnología omnipresente que todo escucha, todo ve, todo conoce y que todo informa. Dicha tecnología tiene un objetivo; alterar la percepción de la realidad para ganar control del individuo y así controlar la sociedad. Orwell nos presenta una fascinante historia donde los ciudadanos de Oceanía han sido psicológicamente secuestrados haciéndoles creer que “la guerra es la paz, que la libertad es esclavitud y que la ignorancia es fortaleza”. En Oceanía la muerte del Individuo logró que la gente se convenciera de que el bien era el mal y el mal era el bien. Quien se oponía era llevado a campos de "rehabilitación" donde se le adoctrinaba nuevamente para que no quedara rastro de su individualidad, su consciencia y su moral. Solo quedaría la consciencia del Gran Hermano, aquel que todo lo ve, que todo lo sabe, que todo controla.
Bueno pues eso también se convirtió en una realidad en nuestras vidas. Los supersónicos nos presentaron un futuro lleno de dispositivos fascinantes, pero no nos dijeron el costo que tenían. Orwell no nos ofreció esos dispositivos, sino una advertencia de lo que venía, el costo de nuestra fascinación por la tecnología.
Los buscadores como Google Chrome registran todas y cada una de nuestras interacciones en la red, los teléfonos con sus GPS integrados monitorean cada uno de
nuestros pasos, las aplicaciones de nuestros teléfonos graban nuestras conversaciones para después compartirlas con terceros y así desarrollar estrategias de consumo individualizadas. Las redes sociales con sus algoritmos "inteligentes" conocen nuestros gustos e intereses, las personas con las que nos relacionamos y con quienes tenemos afinidades, para así manipular la información que nos presentan y alimentar nuestro sesgo de autorreferencia. Las redes sociales y las tecnologías se han convertido en el Gran Hermano de Orwell controlando lo que vemos, lo que hacemos y por lo tanto lo que pensamos. La consecuencia es la muerte del Individuo y la de su capacidad de libre albedrío.
Y por qué digo esto, porque la evidencia es abrumadora, aunque nos resistimos en verla. Muchas son las voces que lo han señalado, desde psicólogos y psiquiatras que nos hablan del cerebro frente a los dispositivos, hasta disidentes del mundo de la tecnología que nos dicen lo que sucede dentro de los corporativos. E incluso ahora, los mismos creadores de estas tecnologías nos lo dicen abiertamente y nos advierten que tenemos que cambiar el rumbo antes de que sea muy tarde. De eso trata el nuevo documental The Social Dilemma, donde los creadores de Twitter, Facebook, Pinterest e Instagram nos dicen "se nos salió de control" no sabíamos lo que estábamos haciendo. Esto es sumamente peligroso y el futuro de la humanidad depende de ello.
Mucha de la división política, racial, religiosa e ideológica que vivimos es resultado de lo que aquí expongo. Las redes y el Internet en general han llenado nuestra percepción y nuestra memoria de contenido polarizador que nos lleva a creer que la realidad es aquello que vemos en las pantallas. Nuestra naturaleza humana nos hace deseosos de nuevas experiencias, lo novedoso nos fascina y si además va acompañado de reconocimiento y admiración social, ¡bum!, tenemos todo lo necesario para generar una conducta adictiva. El circuito dopaminérgico cerebral de recompensa se estimula y se mantiene sumamente activo cuando las redes nos proveen de esa novedad y ese reconocimiento y así se genera el enganche que hoy la gran mayoría vive.
Ante un escenario así ¿qué deberíamos de hacer? ¿eliminar nuestras redes? ¿volver a un estado predigital, pre internet? ¿acaso todo es malo con las redes y la tecnología? Pues no, no todo es malo y tampoco creo que debamos echar el reloj 20 años atrás y vivir sin nada de las tecnologías actuales. Tanto las redes como los dispositivos que usamos tienen grandes beneficios: nos permiten estar en contacto con gente que queremos, participar en causas filantrópicas, adquirir conocimiento que de otra manera sería imposible y sin duda nos facilitan muchas cosas tanto en nuestra vida diaria como en nuestro trabajo. La solución no está en deshacernos de ellas (aunque sería loable), sino en reconocer su potencial para el bien y para el mal, en no ser ingenuos y recordar que si las usamos libremente nosotros no las controlaremos y que por ello necesitamos poner todos los recursos sobre la mesa, para que seamos nosotros quienes las controlamos y no ellas a nosotros.
Algunas estrategias que podemos aplicar en nosotros y con nuestros hijos son:
Apagar todas las notificaciones. Mientras menos notificaciones tengas, menos distracciones experimentarás.
Elimina las aplicaciones que no puedes controlar. Seamos realistas cuando alguien es adicto al alcohol o a las drogas tiene que aprender a vivir sin ello, lo mismo pasa con las aplicaciones.
No darles un celular o Tablet a los chicos antes de los 15 o 16 años y cuando llegue el momento de dárselos, o permitirles que lo compren, hay que hacerlo junto con un contrato de usos y restricciones como este.
Recuerda, los dispositivos no son un derecho, sino un privilegio, por lo que tus hijos necesitan ganárselos. No solo para tenerlos, sino para usarlos, por lo que si no cumplen las reglas tienes que usar tu autoridad y retirarlo temporalmente.
Implementar aplicaciones de monitoreo y restricción de contenido, tanto en los dispositivos de los hijos, e incluso si es necesario, entre la pareja. Solo así podremos ayudarnos mutuamente y evitar un uso inapropiado. Puedes acudir a covenanteyes.com y al regístrate incluye la palabra SEEDS (o usa este link) y obtén una prueba de 30 días gratis. También puedes usar uno de las siguientes aplicaciones (haz click aquí)
Usar los buscadores Qwant o DuckDuck Go en lugar de Google Chrome, Safari, Mozilla o Firefox. Estos buscadores impide el rastreo de tu información personal, con lo que hay menos probabilidades de ser hackeado y lo más importante, de ser manipulado.
Tener una rutina y un horario de dónde y a qué hora se utilizarán los dispositivos.
Cubrir nuestras necesidades fisiológicas y psicológicas (dormir, hacer ejercicio, estudiar, socializar, trabajar, ocio, etc.) por encima de nuestras "necesidades tecnológicas y digitales" que nos hemos creado.
Educarnos y educar a nuestros hijos constantemente sobre los peligros y los beneficios en las redes sociales y las tecnologías, para así poder tomar buenas decisiones. Este artículo te puede ayudar
Hacer “Detox tecnológico” con regularidad. Por ejemplo, durante el día tener horas específicas sin dispositivos. En la semana se puede dejar un día sin dispositivos o al menos medio día. Al mes podemos escoger días o semanas sin utilizar ninguna red social. Y al año podríamos asignar uno o varios meses sin uso de las redes sociales.
Espero que estas refelxiones y sugerencias sean de apoyo para ti y tu familia y sirvan para hacer un uso constructivo y positivo de las tecnologías. Mientras tanto te envío un saludo y te invito a compartir este artículo para que más papás ayuden a sus hijos a tener un uso seguro de los dispositivos.
Te invito a adquirir mi libro: La Transformación del Adolescente , el seminario en línea bajo demanda: La Transformación del Adolescente y mi libro Lucas 24
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