La falta de tiempo suele ser mi principal justificación para miles de cosas: no ser una mamá más paciente, no pasar más tiempo jugando o leyendo con mis hijos, para no conectar con mi esposo, para no leer más, no terminar una de las cuatro cobijas de tejido que tengo empezadas, hablar por teléfono con alguna amiga, arreglar el closet, etc.
Y de repente, la situación que estamos viviendo me ha obligado a quedarme en casa, y a tener todo ese tiempo que me suele faltar. Sé que probablemente tú estés pasando por lo mismo, y he pensado que para ti y para mí esto es “la gran oportunidad” (como la llama mi esposo) de por fin hacerlo todo.
Pero me enfrento, al igual que tú, a que la disponibilidad de tiempo no es suficiente para garantizar que esas cosas se harán. Y es que tenemos que decidir hacerlas. Redireccionar la atención hacia ellas constantemente.
Y es que los grupos de WhatsApp están más activos que nunca. Las redes sociales, la televisión, los noticieros reclaman nuestra atención (y nuestra paz y serenidad) con las más recientes, trágicas e incluso amarillistas noticias. En cuanto les doy mi atención me trata de invadir la desesperanza, preocupación y angustia. No es que sea inocente, ignorante o inconsciente. Me quedan muy claros los efectos devastadores que esta situación está teniendo en la salud, situación económica, laboral, familiar y social en prácticamente el mundo entero. Para no ir más lejos, uno de mis hijos está inmunodeprimido por lo que tiene un riesgo aún mayor de contagio y mayores posibilidades de no librar la batalla contra este virus o sus complicaciones. La gravedad de la situación es evidente, y es por eso que en casa hemos realizado un plan y tomado medidas para prevenir contagio. Desde hace una semana estamos en cuarentena total, sin contacto con nadie más.
Sin embargo ¿qué ganamos enfocándonos solo en lo negativo? ¿Qué bien nos hacemos a nosotros mismos y a nuestra familia? El estado de ánimo de mamá suele marcar la pauta para el estado de ánimo familiar. Si yo estoy apanicada, angustiada, compartiendo ideas irracionales y desesperanza lo único que lograré es que ese sea el ambiente en casa, lo que logrará que las próximas tres semanas de encierro sean una pesadilla.
Los padres pedimos a nuestros hijos que controlen sus emociones, que no lloren de manera descontrolada o no hagan berrinche cuando las cosas no salen como ellos quisieran. Pues es ahora cuando toca demostrar que tú y yo, los adultos, podemos controlarnos también.
Así que, practiquemos lo que pedimos y hagamos rendir las horas que se nos desocuparon. Apaguemos la televisión y leamos un libro (si no tienes impresos en casa búscalos en digital). Dejemos el celular y pongámosle horarios con lo que limitaremos las noticias falsas y los mensajes negativos que recibimos (con leer o ver las noticias una vez al día recibiremos la información suficiente). Pongamos música divertida y bailemos con nuestros maridos en la cocina (hoy en casa hasta micrófonos improvisaron los niños para bailar y cantar con nosotros). Ahora sí, hablémosle por teléfono a las amigas y la familia. Visitemos un Museo virtualmente, tomemos una clase online y aprendamos algo nuevo. Arreglemos los clósets, vaciemos el cajón de los tiliches. Riamos a carcajadas con nuestra familia, disfrutémoslos.
Si, a pesar de todo lo que pasa a nuestro alrededor, disfrutemos de este tiempo de pausa forzada, porque a estas alturas de la vida ya sabemos que el tiempo nunca regresa. No volveremos a tener estas semanas en casa. Ahora es el tiempo en que podemos lograr todas esas cosas que tenemos años posponiendo. No dejemos que la negatividad y la angustia distraigan nuestra atención de lo que más importa.
Les mando un afectuoso saludo y los invito a adquirir en los siguientes links el libro y el seminario en línea bajo demanda de La Transformación del Adolescente: Guía para padres y profesionales donde aprenderán más de este y otros temas.
Ana Sofía Arteaga
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