top of page

De papá a papá

Actualizado: 12 sept 2021

A lo largo de mi carrera como psicólogo clínico he tenido la oportunidad de atender a un amplio número de familias. Una queja constante por parte de las mamás es que el papá no está presente o se involucra poco con los hijos. Este argumento puede ser cierto en algunos casos, pero en muchos otros no lo es o al menos es más complicado que eso, y es que con tantas responsabilidades y trabajo, pareciera que a los papás la vida no nos da para más.

Hoy no quiero hablarte como psicólogo, sino como papá, quiero hacerlo de papá a papá. Sé que hay muchas esposas que pueden ser difíciles de complacer cuando de nuestra participación se trata y también sé que muchas veces ni ellas ni nuestros hijos ven o entienden todo lo que tenemos que hacer para traer el sustento a la casa, el trabajo puede ser agotador. Hay quienes tienen que lidiar con jefes carentes de empatía, quienes con clientes demandantes y difíciles de satisfacer, quienes con trabajos físicos que hacen que el cuerpo no dé más y quienes con trabajos donde su responsabilidad puede ser cuestión de vida o muerte, como los médicos, policías, enfermeros, etc. Además, la mayoría de nosotros sentimos una gran responsabilidad, y a la vez preocupación, por traer a casa los recursos que nuestra familia necesita y para resolver los problemas que la vida nos presenta y como si fuera poco, necesitamos cuidar de nuestra salud para poder seguir trabajando, contribuir a la sociedad y dar a nuestra familia lo que requiere.


Con un escenario así, es fácil ver porqué hay tantos papás que al llegar a casa están exhaustos, y que lo que quieren es relajarse, abrir una cerveza, perderse en redes sociales o ver un programa deportivo. Así me pasa a mí y sé que así le pasa a muchos. Nuestro cansancio es real, el reconocimiento a veces es poco y las dificultades del trabajo y la vida pueden ser muchas, pero a pesar de ello la mayoría seguimos adelante y resistimos y lo hacemos porque nuestra familia nos importa.

Y eso es lo que nuestros hijos y nuestras esposas necesitan ver, ver que no nos rendimos, ver que resistimos las dificultades y que ahí estaremos por ellos. Ver que somos capaces de sacrificarnos por ellos y dejar a un lado nuestros anhelos, hobbies y nuestro egoísmo. Eso fue lo que yo vi en mi papá cuando la crisis de 1994 en México le arrebató todo lo que había construido. Me dijo con seriedad “las cosas van a cambiar, tendremos que vender todo para pagar a los bancos. Prefiero quedarme sin nada y empezar de cero que esconderme o que ustedes se avergüencen de que alguien en la calle me cobre o me confronte por no pagar”. Esa lección se quedó tatuada en mi memoria. Efectivamente, vendió todo, se quedó sin empresa y sin bienes materiales, pero se quedó con su familia, su ímpetu y su sentido de responsabilidad. Salió a buscar trabajo y lo consiguió, nunca nos faltó nada y gracias a su esfuerzo poco a poco se abrió camino y paso de ser empleado a volver a ser empresario. Hoy a sus más de 70 años tiene su casa propia, una empresa exitosa, tranquilidad financiera, pero sobre todo la admiración, el reconocimiento y el agradecimiento de sus hijos y esposa.

Su ejemplo me marcó y sin sospecharlo, la vida también me puso una prueba difícil. Me envió un hijo con un síndrome poco conocido, él es el caso 101. También tuve que venderlo todo, aceptar el apoyo de la gente y dejar mi país para buscar una oportunidad de vida para mi hijo. Mi esposa, mis otros dos hijos, un ejército de personas dispuestas a ayudarnos y Dios hicieron el milagro posible, mi hijo se salvó. Hoy tiene 5 años, su panorama es incierto, pero de momento favorable y Dios me ha dado el ciento por uno con unión familiar y un trabajo para proveer a mi familia y ayudar a los demás. Sin el ejemplo de mi papá, tal vez no hubiera encontrado la fuerza para enfrentar esta prueba.


Pero no ha sido fácil, ser papá no es fácil para nadie. Hay días que no quiero que me molesten mis hijos, quiero descansar y tener tiempo para mí. Hay días que estoy convencido que “merezco” mi espacio. Hay días en que no quiero pensar en lo que tengo que pagar para ellos, sino en lo que yo me quiero comprar. Días en los que no quiero salir a jugar con ellos, sino salir a andar en mi bicicleta y no ser molestado. Hay días que quiero ver sólo por y para mí.


Y no creo que haya nada de malo en eso. No creo que esté mal fijarme en mi autocuidado y buscar mi bienestar. Pero creo que eso está incompleto y que solo es pasajero. Mis hijos están creciendo, yo estoy creciendo. Un día se irán de la casa o morirán como mueren millones de niños cada año. O tal vez sea yo el que muera como otro cuarentón más que le da un silencioso ataque al corazón o un accidente vascular cerebral. O tal vez nada de eso suceda y mi esposa y yo lleguemos a la vejez rodeados de nuestros hijos y de nuestros nietos y tengamos una vida feliz. El punto es que nadie me lo garantiza, como tampoco nadie te lo garantiza a ti.


En mi trabajo he atendido a papás que encontraron a sus hijos muertos por un suicidio o por sobredosis. Hijos ahogados en una alberca o los que no sobrevivieron un accidente de automóvil o de motocicleta. Hijos que murieron de cáncer en menos de un mes. Y es que la realidad es que todos tenemos una enfermedad mortal que se llama vida, desde el momento en que nacemos eso es lo único seguro que tenemos, moriremos y nuestros hijos también.


Todos esos papás que han perdido a sus hijos tienen algo en común, el deseo de volver a ver a sus hijos, el deseo de poder abrazarles nuevamente, de poder jugar con ellos, de poder castigarles, de poder aconsejarles, de poder amarles, de poder ser papás e hijos una vez más, pero ya no pueden, la muerte les ha arrebatado esa oportunidad de poder disfrutarles nuevamente.


Por eso hoy te hablo de papá a papá, porque quiero invitarte a que no te rindas y disfrutes a tus hijos. Que hoy des gracias de la familia que tienes. Qué hoy muestres que el significado de la palabra padre es esfuerzo, sacrificio, resistencia, dedicación, presencia, juego, disciplina, amor, fidelidad y compromiso. Que vean que tú eres parte esencial en su experiencia de vida, y que ellos son parte esencial en tu experiencia de vida.


Espero que algún día mis hijos me vean con la mitad de la admiración con la que yo veo a mi padre por el sacrificio que hizo por toda la familia. Espero que tus hijos también te vean con esa misma admiración. Pero sobre todo espero que tú y yo no olvidemos que lo único seguro que tenemos es la muerte y que por lo tanto, tenemos que aprovechar la vida con nuestra familia al máximo. Un día tal vez ya no estén o nosotros no estemos aquí, un día ya no podremos hacerlo.


Te mando un afectuoso saludo y te invito a adquirir en los siguientes links el libro y el seminario en línea bajo demanda de La Transformación del Adolescente: Guía para padres y profesionales donde aprenderán más de este y otros temas.


Dr. Mario Guzmán Sescosse

7 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page